El Ignorante Racional

Por Aparicio Caicedo C.

Articulo publicado originalmente en 2006, y que sacamos ahora en memoria del fallecido profesor Buchanan.

James Buchanan¿Por qué las cuestiones políticas suenan tan ajenas a las preocupaciones del ciudadano común? El parlamento representativo, palestra democrática por excelencia, tendría que ser el foro donde los mandatarios discuten lo que conviene a sus electores. Paradójicamente, eso no ocurre a menudo: la mayoría de los ciudadanos nos sentimos ajenos al debate de nuestros políticos.

Esta sórdida realidad atrajo la atención, hace más de medio siglo, de James Buchanan, premio Nóbel de Economía y fundador de la teoría de la elección pública (Public Choice Theory). En su opinión, hay que contemplar la política con sentido común, abandonando el habitual romanticismo académico. Buchanan sostiene que cuando un individuo accede a un cargo público, ejerce ese puesto obedeciendo a intereses personales. El burócrata es un sujeto que simplemente cambia de situación, pasando de la esfera privada a la pública: un nuevo mercado con distintas condiciones. Los “clientes” en este medio son los grupos de interés (conglomerados corporativos, organizaciones políticas, etc.), que buscan una clase de bienes (favores y privilegios) que sólo el gobierno puede alcanzar, a cambio de un precio (contribuciones de campaña, apoyo electoral, alianzas, etc.).

De acuerdo con Buchanan, el factor que facilita el alejamiento entre la decisión política y nosotros es la ignorancia racional. Siguiendo este planteamiento, la falta de interés del ciudadano en las cuestiones del gobierno se puede comprender como el resultado de un rudimentario estudio coste-beneficio. Para la mayoría de nosotros, enterarse a fondo de la actualidad política es costoso, porque requiere tiempo y esfuerzo; y poco beneficioso, porque la probabilidad de cambiar la situación a través del voto es reducida. Además, el debate público se refiere a cuestiones complejas que, a pesar de su trascendencia social, no nos afectan directamente y, por lo tanto, no merecen nuestra urgente atención. ¿Régimen autonómico? ¿Migración? ¿Política exterior? ¿Eutanasia? Bastante abrumados estamos ya con nuestras actividades inmediatamente productivas como para atender estos problemas.

El ciudadano que ha elegido ser un ignorante racional se plantea la siguiente alternativa: apegarse ciegamente al criterio de otros o abstenerse de participar (votar). Aprovechándose de esta circunstancia, existen muchos “grupos de interés” con fuertes razones para tratar de influir en el gobierno. Las autoridades necesitan devolver favores de campaña, tanto a sus benefactores económicos como a sus aliados políticos. Por ello, es frecuente que los gobiernos adopten medidas que poco se acercan a los “altos intereses de la nación” que dicen perseguir, pero que otorgan jugosas ventajas a determinados conglomerados. La reciente ola internacional de proteccionismo económico frente a las inversiones extranjeras en países como Rusia, España o Francia, ¿a quién beneficia? ¿A sus ciudadanos, o a grupos empresariales cercanos al poder político? ¿Cuántos contratos de endeudamiento externo fueron firmados por funcionarios de gobiernos corruptos, bajo la presión de grupos de interés locales comprometidos con las entidades que otorgaban los créditos? Generación tras generación, millones de habitantes de países pobres, sin saberlo, ven postergadas sus necesidades inminentes para hacer frente a obligaciones usureras.

Mientras tanto, las formalidades complacientes de la democracia representativa hipnotizan nuestra capacidad de reflexión. Los procesos usuales de deliberación pública se convierten en fórmulas mágicas de legitimación. La supuesta voz de la imaginaria mayoría, lo justifica todo.

La opinión ciudadana se traduce en una repetición irreflexiva de discursos tecnócratas difundidos por los medios de comunicación, demasiado ocupados con las demandas del mercado publicitario. Las discusiones cotidianas se convierten en una repetición maquinal de argumentos de otros (partidos, analistas, etc.). Así, el estudiante se encapsula fieramente en los axiomas de grupos radicales; el empresario, culpa al gobierno; el obrero, responsabiliza al empresario. El siguiente paso es obvio: la polarización emocional de unos y otros se materializa en enconadas disputas verbales irrelevantes, que generan tensión, anomia.

Restando quijotismos ingenuos, lo cierto es que los ignorantes racionales seguiremos existiendo, y los grupos de interés continuarán utilizándonos. La única solución radica en indagar medios institucionales que aclaren y simplifiquen el dialogo político. Por ello, vale la pena prestar atención a las reflexiones de Buchanan. Criticadas por muchos, sus ideas no pretenden reinventar la rueda de la teoría política, pero sí practicar un análisis realista, alejado de obstinados enfoques que intentan refinar las cláusulas de un idílico contrato social, excepcionalmente vigente.

The New Deal of World Trade, en The Freeman

Aparicio Caicedo publica en el número de junio de la revista estadounidense, The Freeman, el artículo titulado “The New Deal of World Trade”, que es una síntesis de su libro El New Deal del Comercio Global:

Much has been said about the ideological origins of the postwar world trade order, but few words have been written on the ideological background of its framers, a group of Progressive lawyers and economists working secretly on the postwar planning committees of the State Department during World War II. Their panacea had little in common with Richard Cobden’s or Frédéric Bastiat’s free-trade teachings. They wanted trade relations regulated through global bureaucratic agencies—in Murray Rothbard’s words, through “the mercantilist-managerial apparatus of global economic control.” Their ideological footprint is still deeply embedded in the system.

Lee el artículo completo….

El Orden Espontáneo según Hayek (for dummies) I

El Orden Espontáneo según Hayek (for dummies) I

Por Aparicio Caicedo C. 

¿Por qué es importante Hayek?

Friedrich Hayek fue el primer economista liberal en aventurarse profundamente fuera de la ciencia económica, a los terrenos de la ciencia política y jurídica. Y su principal aporte consiste, en consecuencia, en haber encontrado los puntos de convergencia entre dichas disciplinas.

Hayek resucitó un concepto indispensable para comprender la forma en la que funciona la sociedad: el orden espontáneo. Resucitó así una tradición de estudio que comenzó con la ilustración escocesa y que fue cultivada por algunos pensadores liberales decimonónicos, pero que luego resultó marginada por las corrientes colectivistas durante la mayor parte del siglo XX.

Me atrevería a decir que el elemento que define hoy a los “liberales”, desde una perspectiva intelectual, es la defensa tácita o expresa de la existencia de un “orden espontáneo” frente a los distintos tipos de dirigismos centralistas. Y es necesario leer a Hayek para comprender en hondura eso que defendemos.

¿Qué es el orden espontáneo?

Su sola mención levanta miradas condescendientes. A unos le suena a puro misticismo, otros dicen que es una noción de raíz religiosa, o iusnaturalista. En el mejor de los casos recibirás un comentario burlón sobre la famosa metáfora de Adam Smith de la “mano invisible”. La culpa es de esto no es de quien toma dicha actitud, sino de una tradición intelectual dominante que se ha movido en conceptos muy estrechos, incoherentes con la realidad, según los cuales toda institución humana ha sido creada en algún momento por alguien y toda sociedad necesita de una dirección centralizada para progresar. Lo contrario, se dice, es hablar de “anarquía del capital” o alguna chorrada por el estilo.

Por “orden espontáneo” Hayek se refiere a aquellos procesos sociales en el que interactúan una cantidad indeterminada de individuos, cada uno siguiendo fines particulares, sin sujeción a la dirección de nadie en particular, aunque sí sujetos a ciertas normas de carácter abstracto y universal que permiten una coordinación mutua, basada en una división del trabajo mucho más benéfica para el conjunto que la que resultaría de otros esquemas de planificación centralizada.

Pilas con este vídeo, que lo explica muy bien:

Solo miren a su alrededor, y encontrarán un ejemplo

Para comprender esto, les sugiero un ejercicio. Ahora mismo estarán viendo este texto en un computador personal, o quizá en un Ipad. Pregúntense de dónde salió el material del que está hecha la pantalla, si es que saben de qué material está hecha. También pregúntese quién ensambló la máquina, de dónde salió la tinta con la que imprimieron las letras en las teclas, o quién fabricó los metales de los que están hechos los circuitos de hardware, qué empresa provee de materiales al fabricante, en qué minas se extrae el mineral del que está compuesta la batería; o cómo es que todo esto me permite a mí escribir, comunicarme, guardar fotos, procesar información, sin que yo tenga la más mínima idea informática, de electrónica, de tintas, de minerales, de comercio internacional, etcétera. Piensen cómo es posible que tantas personas alrededor del mundo, en momentos distintos, con fines personales distintos, hablando lenguas distintas, con distintos gobiernos, sin conocerse entre ellos, hayan preparado todos los elementos por separado y llevado a cabo un proceso complejísimo para que ustedes aquí y ahora estén leyendo este texto sin tener la más remota idea de todo aquello.

Ese artefacto que tienen al frente, señores, es el fruto de un orden de carácter espontáneo que recibe el nombre de “mercado” y que depende para su correcto funcionamiento de ciertas instituciones (derechos de propiedad, respeto a los contratos, moneda, normas mercantiles, lenguaje) y de una diversidad inabarcable de emprendedores especializados que se coordinan a través de distintos mecanismos para satisfacer mutuamente sus necesidades.

De manera gráfica explica este vídeo la cantidad de conocimiento acumulado que hay en un solo Smatphone, y la gigantesca coordinación del esfuerzo de tantas personas distintas que se necesita para crearlo:

No hay ningún burócrata que diga cuánto coltán tienen que producir las minas en Bolivia para que se fabriquen la baterías de determinado número de Ipads en China, ni cómo deben ser diseñados estos aparatos en California, ni si serán comprados por personas en Berlín, Lima y Madrid. El Ipad que tenemos en nuestras manos es producido gracias a la coordinación espontánea (no dirigida centralmente) de un número indeterminado de personas que en la mayoría de los casos ni se conocen entre sí, pero que encuentran coordinación gracias al respeto de normas e instituciones básicas: esto es mío y esto es tuyo (derecho de propiedad), podemos intercambiar por mutuo consentimiento (normas contractuales), lo que yo quiero es determinada cantidad de dinero (pago en moneda), y te pido tal cantidad porque es igual o más de lo que otros están dispuesto a pagar por lo mismo (precios de mercado), etc.

La importancia de las instituciones

Hayek pudo apreciar la enorme complejidad y capacidad organizativa del mercado como economista, específicamente gracias a la influencia de pensadores como Ludwig von Mises, quien demostró en la década de 1920 que el socialismo estaba avocado al fracaso porque carece de los mecanismo de coordinación empresarial del libre mercado (precios, libre oferta y demandada, propiedad privada, etc.). Hayek pudo apreciar que el mercado ha podido llegar a esos niveles de eficacia organizativa gracias al desarrollo de instituciones (conductas pautadas de aceptación general) a lo largo de muchas generaciones, tales como el derecho de propiedad, el derecho contractual, los usos mercantiles, o la moneda. Tomó consciencia de que la mayoría de estas instituciones no fueron inventadas en un momento concreto por una persona o grupo de personas concretas, sino que son el producto no deliberado de un proceso evolutivo que a menudo toma muchísimas generaciones. Y se inspiró en la obra del fundador de la Escuela Austriaca de Economía, Carl Menger, quien demostró el origen evolutivo y no deliberado del sistema monetario imperante hasta entonces (el patrón oro).

Dichas instituciones las tenemos tan interiorizadas que las seguimos sin que seamos conscientes de ellas, ni de su importancia trascendental en todos los aspectos de nuestra vida diaria. Más aún, estudiando también economía se percató de la inabarcable complejidad de las sociedades modernas, y de la imposibilidad de que las normas que las rigen puedan ser diseñados en un momento histórico determinado, porque ninguna mente humana sería capaz de procesar la información necesaria para tal fin. La mayoría de las intervenciones y subversión de estas instituciones, por parte del Gobierno, se da por lo que él llama “fatal arrogancia”: la falsa idea de poseer el conocimiento y capacidad necesaria para alterar la sociedad de acuerdo a nuestras preferencias pasajeras.

Sin estas instituciones, no podríamos tomar café o estudiar en la cafetería

La mayoría de normas que rigen las actividades más básicas de nuestras vidas son normas abstractas que se han desarrollado generación tras generación, que cumplimos aún sin conocer su trasfondo teórico o histórico. Tomen nuevamente el ejemplo del Ipad. Imaginen que están en una cafetería con Internet gratuito, y que hay muchos estudiantes a su alrededor con distintos dispositivos. No nos damos cuenta, pero todo eso es posible debido al respeto inconsciente de un puñado de normas de alguna complejidad. Ninguno de los que está ahí es un civilista conocedor del código de Andrés Bello, pero están ahí bajo la convicción de que nadie le quitará de sus manos el Ipad y se irá con él. Y saben también que pueden ir a la caja a pedir un café a cambio de dinero, y que a partir de que realice esa transacción el café será suyo y el dinero ya no. Reclamarán sin duda si le dan un café que esté en malas condiciones, porque saben casi instintivamente que tienen derecho a hacerlo, por más de que no hayas cruzado más de media palabra con el empleado de la cafetería. Muchos etcéteras.

Piensen, por un segundo, todos los contratos que celebran al salir de su casa en un día cualquiera, y todo lo que dan por descontado en ellos. Verán.

Todas estas cosas resultan obvias así puestas. Pero si nos ponemos a analizarlas no lo son tanto. Porque los estudiantes del café saben, aunque no lo puedan articular con palabras precisas, que tienen un derecho de propiedad sobre el artefacto que usan o sobre la tasa de café que se toman, que se deriva de haberla adquirido de forma legítima de la tienda que se lo vendió, con la que celebró un contrato de compraventa, y que esta tienda la adquirió a su vez de una fábrica, que celebró contrato con sus proveedores que adquirieron la propiedad de esos insumos por apropiación original al explotar una mina o una plantación, etc. Sabe instintivamente que esa propiedad la ejerce gracias a que el antiguo propietario le cedió voluntariamente sus derechos sobre la cosa a cambio de un monto específico de dinero. Sabe que esto le da derecho a excluir a terceros del uso del Ipad, o a permitírselo a otras personas en determinadas circunstancias. Y lo mismo pasa con el café. Y es gracias a esta y muchas más instituciones interiorizadas en nuestra vida cotidiana que existe un orden en esa cafetería, por esa razón que no empieza una batalla de todos contra todos por los Ipads o el dinero de los demás, ni por el café que sirven en el mostrador. Hay un orden porque todos ahí se someten pacíficamente a pautas de comportamiento que limitan su conducta que tienen una importancia fundamental para ellos, normas abstractas tan importantes que todos se alarmarían y condenarían rápidamente a cualquiera que rompa estas normas (en caso de un robo de los Ipads, por ejemplo). Y, sin embargo, ninguno de ellos podría articular claramente, ni explicar la naturaleza teórica e histórica de aquellas normas que siguen cuidadosamente y cuyo respeto por parte de terceros dan por descontado. Pregunten en un café de estudiantes, si no me creen, sobre fundamento jurídico último de los derechos de propiedad, aunque paradójicamente verán que se respetan a rajatabla esas normas que pocos pueden articular.

Sin derecho de propiedad, por ejemplo, sería imposible el intercambio comercial, y no tendríamos ni Ipads, ni PCs, ni tan siquiera cuadernos donde anotar ideas. Porque si el fabricante chino no está seguro de que la producción le pertenecería, no se metería a producirla, y no hubiera conseguido ni siquiera insumos, porque sus proveedores de minerales determinados tampoco lo abastecerían, ya que para qué van a extraer estos metales si no serían suyos y se los arrebatarían, etc. Sin embargo, en el mundo real, los intereses de todas estas personas se coordinan de tal manera que todos colaboran porque saben que son dueños de los que poseen y que lo pueden vender y así obtener una ganancia. El orden espontáneo del mercado, cuyo funcionamiento damos por hecho todos los días, se vendría abajo el momento que esas normas tan complejas que nadie puede articular en su totalidad desaparezcan. Sería como si los pilares de un edificio se desmoronaran.

Continuará….

Esencia ideológica del correísmo descrita por Mises

Esencia ideológica del correísmo descrita por Mises

Por Aparicio Caicedo C.  

Leía este párrafo de Mises, en Human Action, y me parecía leer la descripción del Socialismo del Siglo XXI. Aplica casi perfectamente:

Los defensores del totalitarismo […] manipulan el significado de las palabras. Ellos llaman verdadera y genuina libertad la condición de los individuos bajo un sistema donde estos no tienen otro derecho que no sea obedecer órdenes [“mandar obedeciendo” dice literalmente el programa del Buen Vivir]. […] Ellos llaman democracia al método ruso [quien dijo ruso dice hoy cubano] de gobierno dictatorial. […] Ellos denominan libertad de prensa a esa situación en la que solo el Gobierno es libre para publicar libros y diarios [dicho de otra manera: un mundo en el que la “mayoría de la prensa sería pública”]. Ellos definen la libertad como la oportunidad de hacer lo “correcto”, y desde luego ellos se arrogan la capacidad de determinar qué es lo bueno y qué no lo es [mediante un Consejo de Regulación de los Medios y otros demonios]. Desde su perspectiva la omnipotencia estatal significa libertad plena [véase cualquier sabatina]. En liberar el poder de control gubernamental de todas sus ataduras [con cada ley nueva que aprueba dándole más poder] se encuentra la verdadera esencia de su lucha por libertad.

Moraleja: nada ha cambiado en los pretextos que estos farsantes dan para manejar nuestras vidas.

Los ‘indignados’ de mi barrio

Los ‘indignados’ de mi barrio

Por Aparicio Caicedo C. 

En  mi barrio hay tres clases de ‘indignados’: la china de la tienda, los jamoneros y el guitarrista francés. Quizá ellos no lo sepan, pero son unos verdaderos rebeldes, y yo los admiro. Todos los días se rebelan contra su destino de forma pacífica. Y con ello transforman su entorno, y el de todos los que vivimos cerca.  Nos hacen la existencia más cómoda, más sencilla, más barata, o simplemente mejor. Sin imponernos nada, sin quitarnos nada, sin tratar de dirigir nuestras vidas.

 La china de la tienda. Esta es mi favorita. Esa mujer nació y creció en China (obvio, porque si hubiese nacido en Perú sería más bien “la peruana de la tienda”). Apenas habla español, y trabaja como una posesa.

Yo suelo olvidarme de todo, y especialmente de las cosas que mi esposa me pide que compre antes de que cierre el super. Pero no pasa nada. Porque la “china de la tienda” está ahí, todos los días, hasta las 11-12pm. Y ella me entiende. Aunque no sepa cómo me llamo, y quizá tampoco le interese. Ella sabe lo que necesito, y me evita así muchos problemas en casa.

Quizá está indignada, pero no resentida. Lo cual es curioso, porque ella sí que sabe lo que es la probreza extrema, a diferencia de los jóvenes “rebeldes” que salen a romper cosas en Madrid o Barcelona.  Quizá a ella también le indignaba su condición, pero en lugar de quemar contenedores de basura decidió agarrar al destino por los huevos. Decidió emigrar a España y poner su tienda cerca de mi casa. Yo agradeceré siempre al Olimpo por esa feliz decisión.

Los jamoneros. Estos flacos son geniales. De verdad. Cuando vi que estaban poniendo una tienda de jamones y
embutidos, pensé: otra tienda más de jamones en España, oh, qué original. Pero me dieron un masazo en la boca, y me demostraron que siempre se puede innovar. Su estrategia de márquetin es brillante, aunque simple. Tienen un mostrador donde todas las mañanas ponen bocadillos de jamón recién cortado, detrás de una mampara de vídrio. Atrás están ellos con las patas exhibidas. Pasas por ahí y el cuerpo simplemente te arrastra para entrar. Es imposible no hacer un comentario, al menos, cuando vez esas lonchas celestiales recién cortadas. Además, está siempre abierto, incluyendo sábados y domingos. El horario lo ponemos los clientes, y no cierran hasta muy tarde. Son muy exitosos, en plena crisis.

Mientras los amigos jamoneros están rompiéndose el lomo, a pocos metros los “indignados” locales se reunen habitualmente para culpar al mercado de todo lo malo que sucede. Pero estos “avariciosos capitalistas” del jamón ni los escuchan. Están demasiado ocupados forjándose su propio destino.

El guitarrista francés. De todos los emprendedores de mi barrio, este es el más curioso. Su manera de encarar la crisis es la más estética, sin duda. Con una guitarra, un micrófono y un amplificador recorre todas las calles del Casco Viejo. No sé cómo se llama, y no entiendo las letras de sus canciones en francés, pero me gusta mucho lo que toca. Y le agrada también a la gente que pasa por ahí. El otro día incluso fui al bar y estaba él. Lo habían contratado para esa noche. Siempre que puedo le dejo algo, no mucho, apenas unas monedas sueltas. Pero él no está ahí exigiendo dinero ajeno porque lo “que él hace es cultura y la sociedad no puede vivir sin cultura”. No, él comparte su talento con todo el que pase, y a cambio solo te brinda la oportunidad de que los “subsidies” de forma voluntaria, en la medida que lo creas conveniente. Y esa es su particular forma de decirle al destino: a mí tú no me ganas.

No sé a ustedes, pero a mí estos tipos me parecen la utopía encarnada. Qué puede haber más heroico que perseguir tus propios fines de manera pacífica. Qué puede ser más admirable que trasformar tu realidad con aquellos medios disponibles–una pata de jamón, un sixpack de cerveza, o la canción que le sacas a una guitarra–, combinando así tu potencial creativo con el de millones de personas, cuyos nombres ignoras pero cuyas vidas haces mejor cada día; así, sin darte apenas cuenta.

Claro. Si la china, los jamoneros o el guitarrista francés deciden ahorrar, expandirse, contratar más gente y acumular el fruto de su esfuerzo, se convertirán con los años en esos orcos capitalistas, y será culpa de ellos que el Estado esté quebrado por la orgía de subsidios y prestaciones exigidos por aquellos que se dicen hijos de la utopía…..C’est la vie, dirá nuestro amigo, el guitarrista.

A título de bonus track, les dejo vídeo de otro emprendedor que hacía lo mismo que estos en el barrio donde viví durante 2010, en Santa Mónica (California). Lo grabé simplemente porque la canción me pareció buena; después me enteré que se llama “Doctor, my eyes”. Escúchenla.

Dean Alfange: Mi Credo

Dean Alfange: Mi Credo

Por Dean Alfange (1897-1989)

Yo elijo no ser un hombre común.

Es mi derecho el ser distinto—si puedo.

Busco oportunidad—no seguridad.

No deseo ser un ciudadano mantenido,

Humillado y apagado por tener al Estado cuidándome.

Yo quiero tomar riesgo calculado,

Soñar y construir, fracasar y triunfar.

Me niego a contentarme con un subsidio.

Prefiero los retos de la vida a una existencia garantizada,

La emoción de la realización personal a la rancia calma de la utopía.

Yo no intercambiaré libertad por beneficencia.

O mi dignidad por una dádiva.

Yo nunca me acobardaré ante ningún amo

Ni me intimidaré ante ningún reto.

Es mi herencia la de pararme recto, orgulloso, y sin miedo,

Pensar y actuar por mí mismo,

Disfrutar los beneficios de mis creaciones

Y enfrentar al mundo con la cara descubierta y decir: esto es lo que he hecho.

Yo soy un hombre.

Poema publicado originalmente en 1954, traducido del inglés.

Más Bastiat, y menos Alfaro

Más Bastiat, y menos Alfaro

Por Miguel Castañeda C. 

Las elecciones presidenciales y legislativas francesas llegarán a su punto culminante el 22 de abril de este año con una primera vuelta, y el 6 de mayo con una segunda.  Trece candidatos representando a 13 partidos, nuevos y viejos, se encuentran inscritos.  El actual mandatario francés, Nicolas Sarkozy y su partido UMP (Unión por un Movimiento Popular) , compiten por la reelección.  Su principal opositor, François Hollande del Partido Socialista, aparece como uno de los más opcionados al Eliseo, según ciertos sondeos.  Otros candidatos nombrados en los sondeos por orden de preferencia son: Marine Le Pen (Frente Nacional), François Bayrou (Movimiento Demócrata), Jean-Luc Mélénchon (Frente de Izquierda) y Eva Joly (Europa Ecología).  Quizás por esta razón, muchos medios y prensa dan mayor cobertura a las propuestas y acciones de estos candidatos.

Todos comparten en sus programas temas de actualidad como los déficits públicos, el euro, el desempleo, la “desindustrialización” del país, la regulación del mundo de las finanzas, la energía nuclear, entre otros.  Medidas como la ”reindustrialización” y el proteccionismo económico de Le Pen, las políticas redistributivas y el aumento de funcionarios públicos en la educación de Hollande, el aumento de impuestos y la congelación de los salarios (no despido) de funcionarios del sector público de Bayrou y Sarkozy, el aumento del salario mínimo y la inflexibilización del mercado laboral de Mélénchon, el aumento de la inversión “verde”, el “buen vivir” y la eliminación de la energía nuclear de Joly.

Entre las propuestas vemos algunas similitudes que pasan desapercibidas, entre candidatos tan ideológicamente opuestos, tales como el control e imposiciones a los mercados financieros de Sarkozy y Hollande, o el consumir 100% “francés” de Le Pen y Bayrou.

Sin embargo, este 2012 será histórico gracias a un candidato, y muy particular debo decir, que ha entrado en la contienda.  Uno cuyo programa critica y se opone directamente a todos los candidatos, quienes, según su opinión, poseen una visión estatista y colectivista que busca eliminar la autoridad y libertad del individuo.  Este economista francés que es un desconocido para la mayoría de los franceses, es reconocido mundialmente por sus aportes a la ciencia económica, y la filosofía.  Este candidato liberal sin partido, representa no sólo a los individuos franceses, sino a los individuos del mundo.

Es autor de varios escritos y libros, entre ellos El Estado, o Sofismas económicos, un libro que desenmascara, refuta y destruye todos los errores de razonamiento económico que pululan en las mentes de los tecnócratas y dirigentes del mundo y que sirven de base para sus programas.

Su lema de campaña, “Legalicen la Libertad”. 

Su programa para las presidenciales será publicado este 22 de febrero del 2012, pero desde ya se ha podido conocer ciertos rasgos de este, a través de unacarta publicada en el sitio web de su campaña, y que al parecer atacan directamente a la fuente de los males que aquejan a Francia:

– Son los ciudadanos quienes deben limitar la acción del Estado y no al revés.

– Son los ciudadanos quienes deben controlar a la clase política y no al revés.

– Son las asociaciones libres, no las organizaciones obligatorias, monopolísticas y centralizadas del Estado, las que deben permitir a los hombres de ayudarse entre sí, para dar y trabajar juntos.

– Son los individuos libres quienes deben decidir cómo buscar su felicidad.

– Son los individuos libres quienes deben decidir con quién trabajar e intercambiar.

– Son los individuos libres quienes deben decidir con quién compartir y asociarse.

– Son los individuos libres quienes deben decidir cuándo consumir y cuándo ahorrar.

– Son los individuos libres quienes deben decidir dónde invertir y dónde emprender.

– Son los individuos libres quienes deben decidir dónde curarse y dónde educar a sus hijos.

– Para dar, intercambiar, crear, descansar, trabajar o construir, no necesitamos de una burocracia amorfa, de una clase político-sindical invasora y de falsos sabios culpabilizándonos, imponiéndose todos a través de la fuerza del Estado.

Ellos nos necesitan para vivir, pero nosotros no necesitamos de ellos para vivir.

– No tenemos que andar mendigando el derecho de conservar el fruto de nuestro trabajo, de nuestros intercambios y de nuestro ahorro.

– Nuestro derecho a la libertad y la propiedad son inalienables.

– Hemos cedido demasiado, hemos aceptado demasiado desde hace varias décadas.  No dejaremos que los habladores estatistas saqueen nuestro porvenir y el de nuestros hijos, destruyan nuestras libertades y destruyan nuestra civilización.

– Amigos liberales, vivos o muertos, no nos dejemos vencer.  Es tiempo de hacer sonar la alarma contra el estatismo delirante que está llevando a nuestro país a la tumba.

– Es tiempo de resistir.

– Mi candidatura de ultra-tumba es el primer testigo de este movimiento.

– A partir de ahora no cederemos más, avanzaremos.  No nos someteremos, lucharemos.

– Los años a venir serán aquellos de la reconquista, y esta comienza hoy.

 

Siempre suyo,

 

Frédéric Bastiat – 2012

A estas alturas muchos entendidos en la materia deben preguntarse el motivo de la broma.  Frédéric Bastiat, para aquellos que no lo conocen, lleva más de cien años muerto.  Sin embargo, de manera casi espontánea y seria, varios ciudadanos franceses de corte liberal, han organizado esta campaña que tiene como objetivo invocar la visión liberal de este conocido economista para crear consciencia y verdadera crítica hacia los programas que los candidatos presidenciales les quieren imponer.  Para alcanzar la reducción del tamaño y alcance del Estado y sus gastos, semillas de la crisis económica actual, los ciudadanos detrás de esta iniciativa reclaman más libertades y responsabilidades individuales, en contraposición a la propuesta general de los candidatos a la presidencia por más asistencia, intervencionismo y paternalismo estatal.  Si bien los liberales en Francia existen aún, no se encuentran realmente representados en un partido político, a pesar de la existencia de un Partido Demócrata Liberal que no necesariamente cumple a raja tabla estas ideas.

Liberales franceses en la historia los hay por montones, y sus brillantes mentes siguen influenciando a millones hoy en día.  Sus obras y escritos son como una especie de herencia con la cual los individuos franceses y del mundo podrán contar siempre para protegerse del malintencionado discurso político y de sus tecnócratas.  Siento una sana envidia, porque mientras los franceses hoy en día pueden darse el lujo de invocar a verdaderos liberales de su historia, los ecuatorianos invocamos a dictadorzuelos cubiertos bajo el manto de una falsa revolución liberal que nunca ha existido.  Recordemos que Eloy Alfaro (y su revolución de 1895) aparte de inspirarse, como bien lo describió Alfonso Reece, en el Jacobinismo francés de finales del siglo 18 (una especie de estatismo intervencionista totalitario), era miembro de la franco-masonería, la cual junto con los radicales socialistas de la época, compartían una doctrina conocida bajo el nombre de Solidarismo (ver: Léon Burgeois, y Célestin Bouglé).

Por lo tanto es evidente que La Revolución Ciudadana en Ecuador, con su conocido discurso “social y solidario”, no dude en hacer de Eloy Alfaro el símbolo de su bandera.  Pero sería un error omitir que, en total oposición al liberalismo, todas las obras y medidas del gobierno de Eloy Alfaro, buenas o malas, fueron imposiciones centralmente planificadas y coordinadas a través del monopolio de coerción del Estado.  Y como decía Faviola Rivera Castro, ”El liberalismo contemporáneo se inscribe dentro de la tradición anglo­estadunidense, desde John Locke hasta John Rawls. dentro de esta tradición, la laicidad nunca ha sido considerada un valor político importante. rara vez se le menciona, y cuando se hace, es para negar que un Estado liberal pueda ser laico. La razón principal de esta postura es que un Estado liberal protege el pluralismo religioso y la tolerancia, mientras que un Estado laico no es neutral en cuestiones religiosas”. 

Lo que me recuerda las evaluaciones obligatorias a las que debían someterse los alumnos de colegios católicos en tiempos de Alfaro, evaluaciones dirigidas por profesores laicos del Estado.

Puedo imaginar la cara de indignación del General Eloy Alfaro (el falso liberal) al escuchar la frase que Frédéric Bastiat (un verdadero liberal) dijo una vez: “Me es imposible concebir una Fraternidad legalmente forzada, sin que la Libertad sea legalmente destruida, y la Justicia legalmente pisoteada”.

¡Frédéric Bastiat 2012!

La crítica “realista” del Derecho internacional

La crítica “realista” del Derecho internacional

Por Aparicio Caicedo C. 

Extracto del libro El New Deal del Comercio Global: génesis ideológica del ordenamiento económico de las posguerra (de próxima publicación con Unión Editorial, 2012)

A partir de la década de los treinta, un importante número de artículos se concentró en las “consecuencias económicas de la paz” y en analizar las causas de la inestabilidad política en Europa y Asia. Gran parte de estos trabajos se mostraba partidaria de retomar el proyecto de la Sociedad de las Naciones, manteniendo una gran idealización con respecto al potencial del Derecho internacional[1]. No obstante, la desastrosa experiencia de entreguerras motivó una respuesta de rechazo hacia la supuesta candidez doctrinal del clasicismo legal, partiendo de una perspectiva más colectivista. Se trató de una nueva corriente académica que entonces se catalogó a sí misma de “realista”, en contraposición a los paradigmas tradicionales como el “naturalismo” o el “positivismo”, considerados idealismos ajenos a la realidad[2]. Como bien apuntan Steinberg y Zasloff, no es mera coincidencia que este fenómeno haya seguido al surgimiento del legal realism en el ámbito interno[3]. Por otra parte, además, cabe recalcar un hecho que a menudo es soslayado en la historiografía internacionalista: los primeros exponentes de esta  nueva tendencia provinieron de sectores socialdemócratas y marxistas[4].

Edward Hallett Carr es considerado el primer referente del “realismo”. Apenas nombrado como primer titular de la Cátedra Woodrow Wilson de Relaciones internacionales de la Universidad de Aberystwyth, este autoproclamado marxista[5] hizo honor a su nombramiento con la publicación del trascendente The Twenty Years Crisis, en 1939. En él, Carr critica expresamente la influencia que tuvo el liberalismo ortodoxo americano en las iniciativas internacionalistas que siguieron a la Primera Guerra Mundial:

“[…] doctrinas, ya obsoletas […] antes de la guerra de 1914, se reintrodujeron en el periodo de posguerra, principalmente a través de la influencia americana, en el ámbito particular de la relaciones internacionales. Esto parece especialmente cierto con relación a la doctrina del laissez faire de la armonía de los intereses”[6].

En su libro apunta expresamente que en Estados Unidos se aceptaron los presupuestos filosóficos del liberalismo clásico más que en ningún otro país, particularmente la doctrina de la “armonía de los intereses”. Y “en este punto, como en muchos otros, la teorías actuales de las relaciones internacionales fueron imbuidas por la tradición americana”. La ausencia de una autoridad central a nivel internacional, añadió, hizo esta doctrina particularmente atractiva para justificar la viabilidad del orden internacional concebido sin un soporte político claro. Esa fue la causa, concluye en consecuencia Carr, de “grandes confusiones en el pensamiento internacionalista”.  Aquella “suposición utópica” habría servido para que se pase por alto el hecho innegable de que existen “diferencias fundamentales entre naciones deseosas de mantener el statu quo y naciones deseosas de cambiarlo”. Para los “realistas”, la adopción de los postulados del naturalismo  y el positivismo, detrás de su supuesta neutralidad y objetividad inherente, no hacían más que “justificar y mantener su posición dominante”[7]. La escuela realista consideró desde sus inicios que las “la reglas jurídicas emanan de los poderes dominantes y reflejan sus intereses”[8]. Hay un claro componente marxista en este planteamiento, agrupa a las naciones en clases sociales antagónicas: dominantes y dominados. De hecho, esta analogía fue sugerida expresamente por el propio Marx, estableciendo un paralelo entre el imperialismo y el capitalismo: “en la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras”[9]. Vemos además patente la distorsión de conceptos, en cuanto se atribuye a los cánones filosóficos liberales los excesos cometidos precisamente por una de las manifestaciones del estatismo crudo que significaba la carrera imperialista. Como bien señala Mises:

“La Liga de las Naciones no fracasó a causa de su imperfecta organización, sino porque le faltó genuino espíritu liberal. Era una asociación de gobiernos dominados por el nacionalismo económico, ansioso de hacerse mutuamente la más feroz guerra económica. Mientras los delegados en Ginebra vanamente peroraban recomendando buena voluntad entre los pueblos, todas las naciones ahí presentes se infligían unas a otras el mayor daño posible. Las dos décadas que la Sociedad de las Naciones perduró caracterizáronse por la guerra económica más despiadada de todos contra todos. El proteccionismo arancelario de 1914 parece juego de niños comparado con las medidas […] acordadas por doquier durante los años veinte y treinta de nuestro siglo”[10].

En Estados Unidos, la analogía entre las naciones poderosas en el panorama internacional y los conglomerados corporativos en el ámbito doméstico había sido ya empleada en 1915. Así, Edward Raymond Turner comparaba la actitud de Inglaterra, dedicada a acrecentar su poderío económico durante el siglo XIX, con la actitud de los robber barons en Estados Unidos[11]. Por otra parte, los comentarios de Hull acerca del aislacionismo de Estados Unidos luego de la Primera Guerra guardan una interesante similitud con su opinión sobre la época posterior a la Guerra Civil Americana y el predominio ideológico de las facciones industrialistas. En ambos casos, apunta, se ensayaron soluciones legalistas que no resultaron consecuentes con las condiciones socioeconómicas reinantes[12].

El siempre combativo Fenwick, en 1935, apuntaba en su comentario editorial de la AJIL que muy pocos internacionalistas hasta ese momento habían fijado su estudio en las “causas económicas” de los conflictos entre naciones. La mayoría de los juristas se habían estancado en “aproximaciones legalistas”, aplicando criterios formalistas tal como eran “aplicadas a comienzos de siglo”, añadía. Hacer esto era “considerar los problemas legales en el vacio de las abstracciones legales”, negar el carácter cambiante del Derecho, el cual “debe adaptarse a las necesidades cambiantes de la comunidad internacional” o resignarse a ser soslayado por la creciente situación de “anarquía económica”[13]. Suena el eco de Holmes, que había advertido años antes el “divorcio entre las escuelas de la Política económica y el Derecho” como una de las tareas pendientes de los juristas[14]. Así mismo, en 1936, el editor asociado de la AJIL y admirador de las iniciativas diplomáticas de Hull, Philip Marshall Brown, atacaba directamente las posturas conservadoras mientras defendía la realización de “cambios revolucionarios” para instaurar un “nuevo orden mundial” en el que los intereses de las clases serían más importantes que los intereses de los Estados:

“Estaríamos mejor ocupados como estudiosos de las relaciones internacionales buscando acomodar las reglas existentes del Derecho internacional a este nuevo orden mundial que intentando codificar o ajustar un estereotipado sistema jurídico […]. Es sin duda imperativo revisar nuestros métodos de análisis y exposición del Derecho de las naciones. ¿Quién sabe si un nuevo ius gentium pueda estar en rápido proceso de evolución?”[15].

Por otra parte, en 1938, el profesor de la Universidad de Harvard, Payson Wild, escribió una crítica directa a la ortodoxia jurídica clásica. Para él, la única manera de que el Derecho internacional no se convirtiera en un “sterile study” era prestar atención a las críticas planteadas por los realist critics que hacían hincapié en el “dynamic factors that lie outside the law. Wild quería que  la disciplina dejase de ser una neat little science within itself, y se lograra actualizar, tomando en cuenta los problemas reales y concretos de las relaciones internacionales: cuestiones económicas, conflictos sociales internos, tensiones políticas, etc.[16]. Al igual que Carr, culpaba a los presupuestos doctrinales propios del laissez faire de constituir la base del error. Si no hay conflicto de intereses en la sociedad internacional, si partimos de la premisa de que se trata de una comunidad armoniosa, decía este académico, ¿cuál es entonces el problema con el Derecho internacional?, ¿por qué no funciona? La respuesta que ofreció fue simple y directa: “porque la actual teoría jurídica ortodoxa es falsa”[17].

El idealismo clasicista confiaba en la naturaleza humana dejada a sí misma, en el hombre egoísta pero esencialmente honrado. Mientras, la crítica progresista partía de la premisa de que el ansia de dominación implícita en el ser humano debía ser limitada. De la misma manera, los progresistas parten de una relativa desconfianza hacia las intenciones de las naciones. El ansia de dominio internacional era una cuestión real, omnipresente, y por tanto debía ser diezmada mediante la coerción de la comunidad internacional. La disidencia académica se autoproclamaba realista en cuanto proclamaba un enfoque del mundo tal como era, no como debía ser. El abuso del poder económico y la desigualdad social eran los elementos determinantes de la realidad, tanto en el caso de las naciones como en el de los individuos. Como señaló Claude, aplicado a la esfera global, esta transformación significó una pérdida de optimismo en los resultados de un sistema internacional cuyos miembros eran entidades políticas nacionales que actuaban de forma completamente independiente y autónoma, sin ningún tipo de regulación ni en base a un interés común[18].

Hans Morgenthau fue uno de los personajes de mayor trascendencia en la reformulación de los esquemas doctrinales en Estados Unidos[19]. En 1940, este antiguo abogado laboralista alemán, adepto socialdemócrata y partidario del New Deal[20], publicó un influyente artículo en la AJIL, en el que ofrece una nueva propuesta interpretativa para el Derecho internacional. Sus argumentos se inspiran en  la crítica de juristas como Holmes, Brandeis o Pound con respecto a los paradigmas jurídico-ideológicos del clasicismo legal. El entonces profesor de la Universidad de Chicago, quien además había sido testigo del surgir del constitucionalismo de Weimar en su natal Alemania, dejó clara su fuente de inspiración: “los anales del más alto tribunal internacional no registran momento alguno en el que un abogado, como Brandeis en Muller v. Oregon, se haya atrevido a romper […] con el patrón tradicional”[21]. La alusión al juez americano Brandeis es particularmente relevante porque, como apuntamos antes, este fue unos de los mentores del ideario jurídico del presidente Wilson. Además, el proceso judicial al que hace también referencia, Muller v. Oregon[22], constituye uno de los hitos jurisprudenciales más significativos de la historia judicial americana. En Muller se trató la constitucionalidad de una ley del estado de Oregón que fijaba un máximo de jornada laboral para las mujeres trabajadoras, circunstancias muy similares a las del polémico juicio Lochner, que sólo tres años antes había incendiado la crítica jurídica progresista. En este caso, no obstante, el Tribunal declaró por unanimidad la constitucionalidad de dicha ley. La victoria se debió en buena medida a la labor de Brandeis, quien como asesor jurídico del Gobierno de Oregón presentó lo que se conoció desde entonces como el “Informe Brandeis”, basado en estudios estadísticos y dictámenes técnicos que avalaban la conveniencia social de las restricciones horarias impuestas por las autoridades estatales en la jornada laboral femenina. Esta fue la primera vez en la historia que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos aceptó la evaluación de parámetros técnicos para juzgar la constitucionalidad de una norma. Se convirtió por ello en un hito de la denominada “jurisprudencial sociológica”, que sirvió de modelo a futuro. Esta decisión es considerada el primer espaldarazo judicial del legal realism, en cuanto se interpretó como un acercamiento de la actividad interpretativa del Derecho a la realidad social[23] (véase Capítulo I).

Morgenthau señaló además en su artículo que “el Derecho internacional se encuentra en estado atrasado de desarrollo científico”, “ha retrocedido hasta donde la ciencia del Derecho se encontraba […] durante las últimas décadas del siglo diecinueve”. Las normas que componen el ius internacional, advertía, debían ser interpretadas en el “contexto sociológico de los intereses económicos, las tensiones sociales, y ansias de poder”. Decía que mientras los tribunales internacionales mantenían todavía posturas interpretativas “formalistas”, “en el área internacional, el error metodológico de negar el contexto sociológico del Derecho internacional ha llevado a peores consecuencias aún”[24]. El periodo al que hace a alusión es el de entreguerras, durante el cual el Tribunal Mundial empezó a funcionar regularmente.

Lo que Morguenthau llama “teoría funcional del Derecho internacional” y su crítica al establishment internacionalista guarda una similitud sorprendente con las observaciones de los jurista progresistas con respecto a la doctrina contractual del legal classicism. Su propuesta es que el elemento definitorio de la validez de los acuerdos internacionales no sea el mero hecho de que los Estados presten su consentimiento formal. Señala que se debe tener en consideración la condición de las partes del acuerdo, citando nada menos que al americano Pound, y su doctrina sobre la invalidez de las clausulas abusivas de los contratos celebrados por partes en desigualdad de circunstancias. La igualdad de derechos entre empleador y empleado, decía Pound, sólo puede ser considerada “una falacia para todo aquel que sea consciente de las condiciones industriales actuales”[25]. En consecuencia, Morguenthau opinaba que los tratados impuestos por Estados en situación de superioridad no deberían ser considerados válidos[26]. Siguiendo esa misma deriva argumentativa, Jessup señaló, en 1942, durante un discurso ante la ASIL, que los juristas internacionalistas debían enfocarse en superar los moldes jurídicos formalistas del status quo y reemplazarlos por “law in motion[27].

Durante la Segunda Guerra, todo esto ya era un presupuesto adoptado por la comunidad académica. En 1943, un destacado internacionalista americano escribía en la AJIL: “sólo los reaccionarios patológicos siguen argumentando en contra de la premisa de que el mundo necesita una […] estructura económica”. Señalaba además que el problema más trascendental de los acuerdos firmados a partir de 1919, es que tenían “demasiado Derecho, y muy poco de economía”, por lo que tuvieron que pasar más de dos décadas para que la relación entre la realidad económica y la paz fuera por fin “more generally acknowledged if not understood[28]. “La prosperidad y la paz no son entidades separadas”, apuntaba Hull en una de sus declaraciones públicas, y añadía que “el bienestar económico de las personas” era la mejor “protección” contra la guerra[29].


[1] Andrew Bennett y G. John Ikenberry, “The Review’s Evolving Relevance for U.S. Foreign Policy 1906–2006”, American Political Science Review, 2006, pp. 653-654.

[2] Véase Annette Freyberg-Inan, What Moves Man: The Realist Theory of International Relations and Its Judgment of Human Nature (State University of New York Press, Nueva York, 2004), pp. 67-68.

[3] Steinberg y Zasloff, “Power”, pp. 71-73.

[4] Cfr. William E. Scheuerman, “The (classical) Realist vision of global reform”, International Theory, 2, 2010, pp. 246-282.

[5] Cfr. Robert William Davies, “Edward Hallett Carr, 1892-1982”, en Proceedings of the British Academy, 69, 1983, pp. 485-486.

[6] Carr, op. cit., p. 50.

[7] Carr, op. cit., pp. 51-80.

[8] Cfr. Judith Goldstein, Miles Kahler, Robert O. Keohane, Anne-Marie Slaughter, “Introduction: Legalization and World Politics”, International Organization, 54, 2000, p. 391

[9] Texto del Manifiesto Comunista disponible en http://www.marxist.org. Véase análisis de la trascendencia del marxismo en la doctrina internacionalista en Tamedly, op. cit., pp. 92-122.

[10] Ludwig von Mises, La Acción Humana (3° ed. rev., Unión Editorial, Madrid, 1980), p. 998.

[11] Edward Raymond Turner, “The Causes of the Great War”, American Political Science Review, 9, 1915, pp. 16–35.

[12] La Guerra de Secesión estaba muy presente entre los políticos y académicos americanos aún durante la Segunda Guerra Mundial; véase e. g. Alice Morrissey  McDiarmid, “American Civil War Precedents: Their Nature, Application, and Extension”, AJIL, 34, 1940, pp. 220- 237

[13] Fenwick, “International Law and International Trade”, op. cit., p. 285.

[14] Holmes, “The Path of Law”, op. cit., p. 474.

[15] Philip Marshall Brown, “International Revolution”, The AJIL, 29, 1935, p. 673. Brown era un admirador de las acciones diplomáticas de Hull, como se puede apreciar en otro artículo, Philip Marshall Brown, “The Good Neighbor Policy”, The AJIL, 30: 2, 1936, pp. 287-290

[16] Payson Wild, “What is the Trouble with International Law?”, American Political Science Review, 32, 1938, p. 479.

[17] Wild, op. cit., pp. 491-492.

[18] Claude, op. cit., p. 88.

[19] Cfr. Steinberg y Zasloff, “Power…”, op. cit., pp. 71-73.

[20] Cfr. William E. Scheuerman, Hans Morgenthau: Realism and Beyond (Polity Press, Cambridge, 2009), pp. 11-39.

[21] Hans J. Morgenthau, “Positivism, Functionalism, and International Law”, AJIL, 34, 1940,  p. 264: “Permanent Court of International Justice still follows the time honored pseudo-logical method […] which prevailed in the jurisdiction of the domestic supreme courts at the turn of the century”.

[22] Véase sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos: Muller v. Oregon, 208 U.S., 412, (1908).

[23] Cfr. Horwitz, The Transformation of American Law, op. cit., pp. 208-210.

[24] Morgenthau, “Positivism, Functionalism, and International Law”, op. cit., pp. 264-271.

[25] Citado en Horwitz, The Transformation of American Law, op. cit., pp. 33 y ss.

[26] Morgenthau, “Positivism, Functionalism, and International Law”, op. cit., ibid.

[27] Philip Jessup, “International Law in the Post-War World”, en American Society of International Law, Proceedings  of the American Society of International Law (ASIL, Washington, 1942), p. 50.

[28] P. E. Corbett, “World Order–An Agenda for Lawyers”, AJIL, 37, 1943, p. 207 y 209. Por otra parte, siguiendo la misma idea, Benjamin H. Williams, “The Coming of Economic Sanctions into American Practice”, AJIL, 37, 1943, p. 386: “As the architects of a new world order now draw up plans for the defense of the international community against war, they can include economic sanctions with greater assurance of American approval than in 1919”.

[29] Citado en George A. Finch, “Secretary of State Hull´s Pillars of Enduring Peace”, AJIL, 31, 1937, p. 691.

Entrevista a Boettke: enriquecer la economía con sentido común

Entrevista a Boettke: enriquecer la economía con sentido común

Traducción de Mario Šilar,  Senior Researcher  del Instituto Acton Argentina.

 

                                               “Una sociedad de individuos libres y responsables

va a requerir que éstos participen en una economía de mercado

basada en el sistema de pérdidas y ganancias”.

Peter J. Boettke

          Boettke: Muy raramente alguien se nos acerca y nos dice: “¡Economía! ¡Acabo de enamorarme de la economía!”, excepto por las personas que están cerca de uno, y que suelen ser profesores de economía. Sin embargo, me gusta imaginar que mi tarea como profesor es justamente la de enseñar a mis estudiantes a que aprecien un tipo de saber que ocupa un rol muy importante en sus vidas. Casi todos los días uno recibe, por ejemplo, noticias de índole económica, por lo que se puede decir que la posesión de un conocimiento económico básico es algo verdaderamente necesario. Sin embargo, quienes estudiamos economía no logramos transmitir este mensaje con convicción. Hay una gran oportunidad que está siendo desperdiciada. En efecto, se puede decir que el profesor que dicta “Principios de economía” debería ser uno de los intelectuales de mayor importancia en el debate público que está ocurriendo actualmente en Estados Unidos.

Kokai: ¿Crees que la gente actualmente está más predispuesta a aprender sobre economía que lo que lo estaba antes de la crisis financiera?

B: Creo que sí y que hay una serie de factores que han hecho que esto suceda. Uno de ellos es que la economía ocupa un lugar destacado en los telediarios, lo que hace que la gente quiera aprender y saber sobre lo que está sucediendo. La ciudadanía escucha muchas cosas acerca de las políticas de estímulo o acerca de por qué no se recupera todavía el mercado laboral. Todas estas ideas están en el debate público por lo que resulta natural que la gente tenga más interés por aprender acerca de ellas. Pero hay otro debate que se está llevando a cabo, y en esto uno debe darle crédito al congresista Ron Paul –que en gran medida es uno de sus impulsores–; me refiero al debate en torno a determinar cuál es el papel de la FED en la coyuntura actual; esto es otra cosa que la gente está investigando hoy en día. Además, Internet ha permitido que los ciudadanos puedan rastrear la información pertinente y se ilustren sobre los problemas actuales de una manera que nunca antes se pudo hacer. En verdad, toda la situación actual es extraordinaria.

Algo que ofrece un gran nivel de pensamiento económico y que puede tener alcance masivo son los podcasts de Russ Roberts[2]. Se puede acceder a estos podcasts desde cualquier lugar del planeta y uno puede aprender sobre ideas económicas y sobre lo que piensan diversos economistas que defienden el libre mercado –e incluso se puede conocer qué piensan aquellos que se oponen al mercado–. Otro recurso de gran utilidad es Youtube[3]. Por ejemplo, las clases de Gary Becker sobre el capital humano son accesibles online y uno puede acceder al material completo[4]. En síntesis, creo que es increíble lo que está ocurriendo en el ámbito de la educación actualmente. Sin embargo, frente al gran abanico de posibilidades que se abre, apenas estamos todavía estamos tocando la superficie respecto de cómo los social media e Internet pueden ser útiles para divulgar las ideas económicas.

K: La mayor parte de la gente que lee o escucha estos contenidos no va a volver a la universidad e intentar obtener un grado en economía. ¿Cuáles deberían ser los conocimientos de economía básicos que deberían saber para desenvolverse mejor en sus vidas?

B: El punto principal en el que se deben concentrar es en el tema de los incentivos. Además, creo que actualmente existe un gran consenso en que los hombres desean vivir en una sociedad de ciudadanos libres y responsables. Luego, aunque esto requiera un poco más de tiempo, deben entender que una sociedad de individuos libres y responsables va a requerir que éstos participen en una economía de mercado basada en el sistema de pérdidas y ganancias.

El verdadero rompecabezas de nuestro tiempo es que cuando se generan espacios en los que las personas son libres, pero sin un adecuado sentido de responsabilidad, y, cuando estas personas pueden participar en una economía de mercado sin el temor que supone la idea de que puedan sufrir pérdidas –es decir, cuando pueden privatizar las ganancias y beneficios pero socializar las pérdidas– algo malo va a suceder. En efecto, ¿por qué nos vamos sorprender de que la gente se obnubile y se descontrole?, o dicho de otro modo ¿por qué nos vamos a sorprender de que todo el sistema colapse? En verdad, si la gente tiene libertad pero no tiene responsabilidad, actuarán irresponsablemente. Si la gente puede participar en una economía de mercado privatizando los beneficios y socializando las pérdidas, tarde o temprano, se involucrarán en comportamientos imprudentes y muy arriesgados.

Esto es precisamente lo que ocurrió en los acontecimientos anteriores a la crisis de 2008. Los principios y reglas básicas sobre toma de decisiones y comportamientos prudentes fueron arrojados por la ventana. Además, las reglas de juego bancarias básicas vinculadas a la necesidad de sólo comprometerse en estrategias de préstamos prudentes también fueron arrojadas por la borda. Como resultado final se generó un escenario global en el que las personas se involucraron en tipos de conductas que condujeron a errores sistémicos y que terminaron por comprometer a todo el sistema.

En el intento de transmitir y divulgar todas estas ideas, he terminado en algo bastante sutil y complejo pero que empezó con un punto de partida muy básico: en el hecho de que los incentivos importan, y para que esos incentivos funcionen correctamente, se debe tener libertad y responsabilidad; y también se debe tener una economía de mercado con un sólido sistema de pérdidas y ganancias.

K: Lo que dices tiene mucho sentido pero ¿por qué los actores políticos en Washington no parecen estar muy convencidos de todo esto?

B: Por el problema de los incentivos. Los incentivos de la política en democracia suelen ser claros: por definición un político aspira a ser elegido en los procesos electorales. Los políticos, para ser elegidos necesitan votos pero también necesitan contribuciones económicas para financiar sus campañas electorales. Los votantes también se enfrentan con el problema de los incentivos, por ejemplo, ¿cuál es el incentivo concreto de los electores para votar de un modo verdaderamente informado? Por lo tanto, lo que suele suceder es que se produce un sesgo generalizado en el proceso de interacción en la vida política por el que las ventajas que se ponen en juego en el proceso electoral se concentran en los lobbies y grupos de interés, que están bien organizados e informados. Por su parte, los costos se dispersan sobre el conjunto desorganizado y mal informado de la población y que constituye la masa crítica de votantes. En síntesis, se asiste a un proceso en el que un pequeño grupo concentra los beneficios en el corto plazo y que dispersa los costos en el largo plazo.

Por el contrario, una reflexión económica sólida y coherente permite entender cómo la economía de mercado logra invertir completamente esta ecuación. En una economía de mercado genuina lo que en verdad sucede es que los costos se concentran en el agente que toma las decisiones. Ello, además, permite que los beneficios se dispersen ampliamente a lo largo de todos los agentes económicos. Este es el modo como la economía de mercado ha alentado un proceso de prosperidad cada vez más generalizada. Además, se produce una concentración de los costos en las decisiones que se toman en el corto plazo y una dispersión de los beneficios en el largo plazo.

Por ejemplo, pensemos en cómo ha evolucionado el mercado de los teléfonos móviles. Los que tenemos mayor edad podemos recordar las dimensiones de los primeros modelos, que eran casi del tamaño de una cabeza. Actualmente su tamaño es muchísimo más pequeño. Además, en la medida en que su uso se extendió se produjo una paulatina disminución en los precios de venta. Al principio eran unos aparatos carísimos, casi prohibitivos, posteriormente pasaron a ser menos caros, siendo utilizados cada vez por más personas. Así es como funcionan los mercados. A eso me refiero cuando digo que una economía de mercado permite concentrar los costos en el corto plazo y dispersar los beneficios en el largo plazo.

En el juego de la política sucede exactamente lo contrario: concentra los beneficios en el corto plazo y dispersa los costos en el largo plazo. Se puede afirmar que una “buena” política entra en conflicto con una buena economía, y como sabemos, en Washington la política (y no la economía) es la moneda corriente. Lo que sucede entonces es que los políticos aplican las medidas económicas que permiten concentrar los beneficios y dispersar los costos. Las medidas que no son populares, aquellas que exigen de los políticos decisiones arduas, austeras y que impliquen un refreno de sus tendencias demagógicas, no suelen ser promovidas. Esta sería mi explicación frente a la situación actual.

K: De acuerdo a tu exposición se trata entonces de un problema endémico al sistema y no fruto de algunos malos políticos que lograron acceder a posiciones estratégicas, pero entonces ¿cómo se pueden cambiar las cosas?

B: Bueno, creo que lo que esto está poniendo en evidencia es que se deben cambiar las reglas de juego en la política. James Buchanan, mi mentor, tiene un escrito en el que explica que no son los mejores jugadores sino las mejores reglas las que hacen mejor un juego. Si queremos que haya un mejor juego en la política debemos ser capaces de crear reglas de juego que logren neutralizar la autoridad discrecional de los actores políticos. Cuando logremos hacer esto seremos capaces de tener un mejor escenario de juego en la vida política.

K: ¿Tienes alguna esperanza o confianza de que en algún momento lleguemos a una situación en la que esta visión que expones sea compartida por un número suficiente de ciudadanos, como para que la convicción de que hace falta algún tipo de cambio sea mayoritaria?

B: Creo que actualmente, debido a la crisis financiera, estamos en un momento especial y apasionante. Estamos ante una gran oportunidad porque creo que la crisis fiscal nos va a forzar –y con ello me refiero no sólo a la deuda del gobierno federal, sino también a la que se padece a nivel estatal y local– a que un día se produzca un proceso de sinceramiento en el que debamos reflexionar y plantearnos frontalmente qué tamaño y escala de gobierno queremos. Y creo que va a ser precisamente en ese contexto, cuando se discuta qué tamaño y alcance de gobierno queremos, en el que se pueda generar un espacio público para discutir acerca de las reglas de juego que necesitamos en la política. Debemos ser capaces de pensar unas reglas de juego políticas verdaderamente justas y equitativas en lugar de las que tenemos, y que hacen posible que unos pocos obtengan sus beneficios a expensas de otros.


[1] Senior Researcher, Instituto Acton Argentina.

[2] Boettke se refiere a la serie de extensas entrevistas semanales que realiza Russell Roberts a distintos economistas y que son accesibles en: http://www.econtalk.org/.

[3] Mucha información sobre los diversos economistas vinculados al Mercatus Center y a la George Mason University se puede encontrar en el portal del FEE – Foundation for Economic Education: http://www.youtube.com/user/feeseminars.